Caos con alma

Después de Chiang Mai volamos a Hanoi sin muchas expectativas. Sabía que me esperaban motos, ruido, calles que no se cruzan, se sobreviven. Sabía del desorden. Pero no sabía que iba a gustarme tanto.

Hanoi es una ciudad intensa. Caótica. Pero con una especie de orden secreto que uno va entendiendo con los días. Todo va rápido, pero pasa en cámara lenta si sabes mirar. Hay algo en su ritmo que, en vez de agotarme, me atrapó.

Es curioso, porque probablemente sea tan desordenada como Bangkok, pero no sé, me gustó más. Tal vez porque el caos aquí tiene alma. Porque entre las motos, los gritos y los cables enredados hay calidez. Tal vez caminar por la calle porque las veredas son parking de motos y terracitas improvisadas de los locales me hizo sentir más presente que nunca (porque o estás presente o te atropellan). Hanoi es ruido, pero también olorcito a café fuerte, a bánh mì, a sopas burbujeando en cada esquina.

Vietnam me gusta mucho. Después de tanto tiempo tierra adentro, reencontrarme con el mar en Da Nang fue como un abrazo. Llevaba meses extrañando ese infinito, ese olor a sal y esa forma en que todo se calla cuando una se mete al agua.

Ahora estamos en Nha Trang, prontos a seguir hacia Ho Chi Minh. No sé qué más vendrá, pero por ahora, solo quería dejar por escrito que el desorden a veces tiene sentido. Y que Hanoi me hizo sentirlo.