Plástico sobre plástico sobre plástico

Hay cosas que uno no ve venir cuando viaja. Pensé que el calor me costaría más, que la comida me caería peor, que la barrera del idioma me jugaría malas pasadas. Pero no pensé en el plástico.

Con cha su ma dre, el plástico.

En Tailandia todo, absolutamente todo, viene envuelto en plástico. Una naranja en el supermercado: en su propia bolsita de plástico. Un café helado: en un vaso de plástico, con tapa de plástico, dentro de una bolsita de plástico, con una bombilla de plástico. Comida callejera: en una mini bolsita, que dura 0.1 segundos en contacto con la brochetita de pollo.

Es como si la vida estuviera embalada en capas y capas de un material que sabemos que no desaparece, pero que aquí parece invisible.

No me malinterpreten, no vengo creyéndome la madre del ecologismo supremo. Sé que hay temas culturales, económicos, logísticos detrás de esto. Pero no deja de abrumarme. En tres semanas aquí, siento que he consumido más plástico del que usé en cuatro años en Ibiza.

El otro día fui a un 7-11 por una bebida, que ya de antes sabía que sería una botella de plástico y lo acepté jaja pero antes de que pudiera reaccionar, ya estaba embolsada, con bombilla dentro de la bolsa y la cajera con un gesto amable sonriente dándome todo el paquete. Le sonreí, dije no, kapunkáa y me llevé la botella en la mano, sintiéndome a la vez incómoda y un poquito derrotada.

Es raro, nose... Uno llega a un país nuevo y quiere sumergirse en su cultura, aceptar lo que viene, absorber la experiencia sin ponerse en el pedestal de yo lo hago mejor en mi país. Pero cuando algo te choca tan fuerte, es difícil ignorarlo.

No sé cuál es la solución. No creo que haya una inmediata. Pero sí sé que esto me hace pensar, y mucho. En lo que consumo, en lo que puedo evitar, en las pequeñas decisiones diarias que, aunque aquí parezcan minúsculas, igual importan, y en esas pequeñas decisiones que acá no son tan mías...

Seguiré cargando mi botella de agua reutilizable como quien lleva un estandarte de batalla, y seguiré negándome a las bolsitas cuando pueda. No es mucho, pero es trabajo honesto.