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Carta de amor a Việt Nam
VIAJES
6/3/20252 min leer
Bonito Vietnam,
No sé muy bien por dónde empezar, así que voy a empezar con gracias. Gracias por recibirme con los brazos abiertos, por calarme hondo sin saber que lo necesitaba, por sorprenderme desde el primer día hasta el último.
Desde que llegamos, algo me tocó. Después de Hanoi nos fuimos pa Da Nang, que sin exagerar, fue el mejor lugar que pisamos en todo el viaje. Había algo en el aire, en la luz, en la gente, que me hizo sentir tranquila, liviana, feliz. No era solo lo barato o lo rico de la comida, era el mar, ese mar que venía extrañando hace meses. El reencuentro fue grande. Me metí al agua y sentí que algo en mí se ordenaba. Caminábamos por calles amplias, con las montañas a lo lejos y el sol cayendo a paso lento, y yo pensaba “esto es vivir bien”.
Me recordó a casa. No a un lugar en especial, al concepto. Casa. Cerquita del mar siempre es casa.
Después vino Nha Trang y más tarde Ho Chi Minh, caótica, intensa, moderna y llena de historia.
Y justo ahí nos tocó vivir algo inmenso: el 30 de abril, día en que se celebraban 50 años desde el fin de la guerra de Vietnam. Las calles llenas de banderas, luces, música, fuegos artificiales. Pero lo que más me impresionó además de la escala de la celebración y la cantidad de seres humanos que había, fue la emoción en los rostros de la gente. Había una mezcla de orgullo, alegría y algo más difícil de nombrar… algo que se siente cuando sabes que lo que estás viendo es parte de una memoria viva.
Y fue ahí, en medio de ese ruido festivo, que me golpeó una idea que me ha acompañado desde entonces: Vietnam no es solo un lugar hermoso, es un pueblo que ha resistido todo. Primero la colonización francesa, luego la guerra brutal con Estados Unidos, años de lucha, de dolor, de reconstrucción. Y aún así, sonríen. Son cálidos, abiertos, humildes. No hay rastro de rencor en el trato, solo hospitalidad. Me conmovió, me cambió, me empequeñeció de la mejor manera posible.
Aprendí tanto en este país. Me empapé de historia, de resiliencia, de humanidad. Probé platos que no voy a olvidar nunca y tomé el mejor café que he probado en mi vida. Estoy en crisis, literal, desde que se me acabó el que compré para llevar. No sé cómo lo hacen, no sé qué magia tienen, pero ese café... es.
Vietnam, me mostraste que lo simple puede ser poderoso. Que el caos puede tener ritmo. Que la historia, por dura que sea, puede transformarse en orgullo. Que hay lugares que, sin ser tuyos, te hacen sentir en casa.
No sé si hay forma de agradecerte todo lo que me diste, pero al menos quería dejarlo escrito. Como una forma de recordarlo, de no olvidarlo nunca.
Gracias por todo, me voy con el corazón llenísimo.
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